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Cuando la Política Eclipsa el Evangelio: Un Llamado a la Unidad Cristiana

Una casa dividida no puede mantenerse en pie. Esas palabras de Jesús (Marcos 3:25) se sienten más ciertas que nunca cuando miramos a la Iglesia en la actualidad. Pero esto no es del todo nuevo. Incluso en los primeros días del ministerio de Cristo, la división ya se estaba infiltrando…

Falsas religiones y falta de solidaridad

El fin de semana pasado estuve reunida con amistades y, entre muchas conversaciones, surgió el tema del crecimiento de las falsas religiones. Dos factores principales en su rápido crecimiento son, primero, su tasa de natalidad; y segundo, su solidaridad. Solidaridad, algo que hoy parece ausente dentro del cuerpo de Cristo.

Hay muchas razones para esto: desacuerdos doctrinales, competencia de liderazgo, escándalos en la iglesia, falta de amor y humildad, y la más grande de hoy: la polarización política. Los cristianos hemos permitido que la política tome el lugar central, a veces incluso por encima del Evangelio. Hemos olvidado que “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

Filipenses 3:20

“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.”

Cuando la política eclipsa la identidad en Cristo

Los cristianos estamos permitiendo que la identidad política (izquierda vs. derecha, conservador vs. progresista) opaque nuestra identidad en Cristo. Y lo entiendo, yo también estoy allí: una cristiana conservadora viviendo en indignación, horrorizada por el martirio de un hermano en Cristo. Pero trato de mantener mi enfoque en Cristo, sabiendo que lo que verdaderamente importa es el Evangelio. Por eso soy consciente de que lo que comparto siempre debe señalar a nuestro Salvador, aun si el tema es político. Pero seamos sinceros, es difícil. ¿Por qué? Orgullo y ego.

La raíz de la división

El enemigo explota la división en la Iglesia distrayéndonos de la Gran Comisión. Cuando los creyentes estamos consumidos por la política, los debates en redes sociales o “ganar discusiones,” el Evangelio mismo pasa a un segundo plano, incluso si el Evangelio es el motivador. El enemigo se deleita en los cristianos que estamos ocupados debatiendo identidades políticas porque, cuando nos dejamos llevar por las emociones, tendemos a actuar desde el orgullo, el ego y hasta el miedo. Y en lugar de defender la fe, terminamos defendiendo ideologías.

Esto corrompe nuestro testimonio. En Juan 13:35, Cristo nos dice que si tenemos amor los unos por los otros, todos sabrán que somos sus discípulos. Una iglesia dividida envía un mensaje roto al mundo exterior. Puede hacernos hostiles o aparentar hostilidad en lugar de mostrar amor y unidad en Cristo. El enemigo usa esto para lograr que los inconversos no quieran tener nada que ver con nuestra fe. ¿A qué costo? ¡Sus almas!

La primera disputa

Hoy, mientras pedía al Señor que me hablara, llegué al libro de Juan. Y al leer el capítulo tres, me di cuenta de que Satanás ha estado causando división en la Iglesia desde el comienzo del ministerio de Cristo. Estaba en absoluto asombro: no solo al descubrir que las tácticas de división del enemigo comenzaron tan pronto como empezó el ministerio de Jesús, sino también al ver lo rápido que Dios me mostró lo que quería que yo aprendiera.

En Juan 3:22–30 podemos ver que surgió una disputa entre los discípulos de Juan el Bautista y otros judíos con respecto al nuevo ministerio de Jesús. Jesús y sus discípulos estaban atrayendo a más personas para bautizarse, algo lo cual Juan había empezado.

“Rabí, aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien diste testimonio, mira, está bautizando, y todos van a Él” (Juan 3:26).

Envidia. Comparación. Competencia. Un ministerio egocéntrico. Estas son algunas de las distracciones evidenciadas en este recuento de la primera división. Los trucos de Satanás son antiguos, ¡y aún así caemos en ellos dos mil años después! Todas estas tácticas siguen en juego hoy, pero la política es el ídolo dominante. Cuando la lealtad a partidos o naciones supera la lealtad a Cristo, se levanta un ídolo y la división es inevitable.

¿Qué podemos aprender de Juan? Humildad.

El antídoto a la división

“—Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda —respondió Juan—. Ustedes me son testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él”. El que se casa con la novia es el novio. Y el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Esa es la alegría que me inunda. A él le toca crecer y a mí, menguar.” (Juan 3:27, 29–30)

Juan 3:30

“A él le toca crecer y a mí, menguar.”

¡Qué humildad! ¡Qué claridad! El gozo de Juan no estaba en preservar su propia plataforma, sino en ver a Cristo exaltado. Juan entendía lo que sus discípulos no: el ministerio nunca se trató de él, siempre se trató de Jesús. Esa humildad aplastó la división antes de que pudiera extenderse. La desbarató.

Juan el Bautista pudo haber tenido todas las razones para estar celoso si hubiera tenido una postura equivocada en su corazón. Las multitudes que antes lo seguían ahora corrían hacia Jesús. Sus discípulos estaban preocupados por perder influencia. Pero la respuesta de Juan silenció la rivalidad desde la raíz. La postura de su corazón pisoteó a la serpiente justo donde había echado raíces. Este es el antídoto contra la división: no aferrarse a la influencia, no redoblar la política, no competir unos con otros. Sino gozarse cuando Cristo es glorificado, aun si eso significa que nosotros pasemos a un segundo plano.

Un llamado a la unidad

En Efesios 4:3 se nos aconseja: “Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Así que debemos preguntarnos:

  • ¿He permitido que la política consuma más de mi energía que el Evangelio?
  • ¿Estoy contribuyendo a la unidad o a la división del Cuerpo?
  • ¿Es mi mensaje centrado en Cristo?
  • ¿Estoy mostrando el amor de Cristo?

La Iglesia no necesita voces políticas más fuertes; necesita testigos fieles y humillados ante Jesús. El mundo no necesita otra institución dividida; necesita la novia de Cristo unida. La división es una de las herramientas más antiguas del enemigo, pero el remedio es eterno: la humildad y un enfoque inquebrantable en Cristo.

La Iglesia solo brillará cuando, como Juan el Bautista, estemos dispuestos a decir: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).

Puntos Clave…

01.

La política nunca debe eclipsar el Evangelio. Nuestra verdadera identidad y ciudadanía están en Cristo, no en partidos ni naciones terrenales (Filipenses 3:20).

02.

La división es una de las herramientas más antiguas del enemigo. El orgullo, la rivalidad y la idolatría política distraen a la Iglesia de su verdadera misión: la Gran Comisión (Mateo 28:19).

03.

La humildad es el antídoto contra la división. Como Juan el Bautista, estamos llamados a gozarnos cuando Cristo crece, aun si eso significa que nosotros mengüemos (Juan 3:30).

La postura de su corazón pisoteó a la serpiente justo donde había echado raíces.

Reflexión y Oración…

¿Cómo puedo vivir con la humildad de Juan para que Cristo crezca en mi vida?

Oración: Señor, examina mi corazón. Quita de mí el orgullo, el miedo y las distracciones que me separan de Ti y de mis hermanos en Cristo. Enséñame a caminar en humildad como Juan el Bautista, gozándome cuando Tú creces y yo menguo. Une a Tu Iglesia en amor, para que el mundo pueda verte a través de nosotros. Amén.

– Kenya Julissa

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